Las Salinas From Comentarios reales

Written in Spanish by Antonio Cisneros

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Yo nunca vi la nieve y sin embargo he vivido entre la nieve
toda mi juventud.
En las Salinas, adonde el mar no terminaba nunca y las olas
eran dunas de sal.
En las Salinas, adonde el mar no moja pero pinta.
Nieve de mi juventud prometedora como un árbol de mango.
Veinte varas de sal para cada familia de cristianos. Y aún más.
Sal que los arrieros nos cambiaban por el agua de lluvia. Y aún
más.
Ni sólidos ni líquidos los blanquísimos bordes de ese mar.
Bajo el sol de febrero destellaban más que el flanco de plata del
lenguado.
(Y quemaban las niñas de los ojos.)
A veces las mareas -hora del sol, hora de la luna- se alzaban
como lomos de caballo.
Mas siempre se volvían.
Hasta que un mal verano y un invierno las aguas afincaron para
tiempos
y ni rezos ni llantos pudieron apartarlas de los campos de sal.
Y el mar levantó techo.
Ahora que ya enterré a mi padre y a mi hermano mayor y mis
hijos están prontos a enterrarme,
han vuelto las Salinas altas y deslumbrantes bajo el sol.
Hay también unas grúas y unas torres que separan los ácidos
del cloro.
(Ya nada es del común.)
Y yo salgo muy poco pero Luis -el hijo de Julián- me cuenta
que los perros no dejan acercarse.
Si parece mentira.
Mala leche tuvieron los hijos de los hijos de la sal.
Puta madre.
Qué de perros habrá para cuidar los blanquísimos campos
donde el mar no termina y la tierra tampoco.
Qué de perros, Señor, qué oscuridad.

Published November 11, 2024
© Pre-Textos, 2003

Le Saline

Written in Spanish by Antonio Cisneros


Translated into Italian by Valerio Nardoni

Io non ho mai visto la neve eppure tra la neve ho vissuto tutta la mia giovinezza.
Nelle Saline, dove il mare non finiva mai e le onde erano dune di sale.
Nelle Saline, dove il mare non bagna ma tinge.
Neve della mia giovinezza promettente come un albero di mango.
Venti braccia di sale per ogni famiglia di cristiani. E non solo.
Sale che i mulattieri ci scambiavano con l’acqua piovana. E non solo.
Né solide né liquide le bianchissime sponde di quel mare.
Scintillavano sotto il sole di febbraio più del fianco d’argento della sogliola.
(E bruciavano le pupille degli occhi).
A volte le maree – ora del sole, ora della luna – si alzavano come groppe di cavalli.
Ma sempre defluivano.
Finché una brutta estate e un inverno le acque ristagnarono ancora e ancora
e né preghiera né lamento poté scacciarle dai campi di sale.
E il mare vi prese dimora.
Ora che ho già seppellito mio padre e mio fratello maggiore e i miei figli sono pronti a
seppellirmi,
le Saline sono tornate alte e luccicanti sotto il sole.
Ci sono anche delle gru e delle torri che separano gli acidi del cloro.
(Ormai nulla è più in comune).
E io esco di rado ma Luis – il figlio di Julián – mi racconta che i cani non ti fanno
avvicinare.
Pare incredibile.
Che bastardi i figli dei figli del sale.
Fanculo.
Quanti cani ci saranno a guardia dei bianchissimi campi dove il mare non finisce e la terra
neppure.
Quanti cani, Signore, quanto buio.

Published November 11, 2024
© Valerio Nardoni


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